Después de cuatro años
Con los ojos cerrados ...
Había regresado por fin a casa, no con la misma alegría que
tenían las personas que los recibían, pero si con una satisfacción de haberse
animado a realizar ese viaje. El punto final, el acento de sus sueños y la
realidad de sus deseos. Caminó agarrada de la mano de él y no la soltó en
ningún momento, porque es justo en ese instante cuando uno comienza a caminar
cuando las preguntas asaltan a la mente
de la forma más desprevenida y tristemente mortal. ¿Él se había cansado de ella? ¿Qué
ocurriría ahora? ¿Por qué la gente que no sale es la que más extraña? ¿Tendría
que sentirse mal por no extrañar a los demás? ¿Dónde vivía?
-No me sueltes- le dijo a Gael mientras tomaba su mano cada
vez más fuerte y de tal forma ella podía
sentir el latir del corazón de él, ¿o era el de ella?.
-Recuerda qué tienes que llegar sola.- le contestó –
Recuerda que el viaje aún no termina.
Sonrío y vio a sus padres a unos cuantos metros, no entendía
del todo lo que ocurría, el perder el control de la situación de esa manera no
era su fuerte, tendría que improvisar diálogos, preguntas incomodas y demás. Seguir
la corriente, tomar fuerza, tomar confianza, respirar hondo y recordar lo que había hecho en los
últimos meses.
Pero, ¿Quién le decía que tenía que volver a lo mismo? Era acaso
el miedo de enfrentarse a una situación nueva, pero eso ya lo había hecho y lo
había superado. Y ahí estaba de pie frente al grupo de rescate y frente a
veinte personas que los habían buscado por todas partes, entrando justo a la
casa dónde todo había comenzado, dónde aquellos miedos se habían vuelto
absurdos y falsos. Recordaba sus palabras mientras caminaban, ellos ya no eran
ni la mitad de lo que eran antes, la situación había cambiado mucho, estaban
los dos juntos después de meses de estar a kilómetros de ahí, sabían lo que era
el miedo, la tristeza, el odio y los celos; pero también conocían la paciencia,
la belleza y la intimidad. La incertidumbre la conocía muy bien pero ahora
tendría que tomar una decisión.
Temblando un poco y
con la voz cortada tomó el brazo de Gael
antes de enfrentarse a todas aquellas personas y le susurro –No quiero volver a
lo mismo. Sé que fue difícil y estas en todo tu derecho de irte, pero yo quiero
seguir contigo en lo nuevo que hemos estado haciendo. –
Un extraño temor se asomó y recordó la situación que ya
habían vivido cuando habían estado con Julieta o en la playa, en el valle y en
otros lugares. Las decisiones en Miranda no eran fáciles, pero debía
enfrentarse a ellas.
Ya no eran personas de palabras, eran personas de acciones,
ella lo sabía, él lo sabía.
Gael se quitó su playera y se la dio a ella, le mostró el
tatuaje que se habían hecho juntos y sin ninguna palabra ella comprendió que
era lo que tenía que hacer. Y antes de separarse ella lo abrazó y un susurro a
su oído llegó:
-A las 12:00.

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